1
Regreso al pueblo,
a la casa de piedra y al macizo hespérico,
al paseo de oxígeno, al fresquito nocturno,
a la fresca con vino sucio,
al jazz desde las esquinas,
a los lugares donde dejar pasar los dolores
y las tensiones.
La Arcadia perdida entre curvas y picos
sirve de cuna ahora,
como sirvió ayer de origen del mundo.
2
Continúa Pan tocando con estupidez su flauta.
Las ninfas no parecen contagiarse de las infamias
de nuestra legión de hijos.
Somos el principio de todo,
el origen de las bombas y las begonias.
Las montañas nos querrán siempre con orgullo,
aislando al mundo de nuestra raíz.
Ni otomanos ni dorios,
ni siquiera los inútiles espartanos llenos de rigor y yelmo
han sabido domarnos.
Somos barranco y muerte, bronce y fuego.
Desde que vimos la luz sobre nuestras cabezas
a ningún hombre se le ha negado aquí
la sepultura.
3
Compraron a Aristócrates por cuatro dracmas;
desde entonces la angustia cayó sobre nosotros.
Estuvimos solos frente a la historia y el Partenio;
nadie abrió los ojos durante las matanzas.
Aún hoy mantenemos nuestros bloques
de granito ancestral, nuestros ríos yermos
y nuestras ilusiones de construir megalópolis.
Dimitsana, agosto de 2014
Dimitsana, agosto de 2014
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