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Regreso al pueblo,
a la casa de piedra y al macizo hespérico,
al paseo de oxígeno, al fresquito nocturno,
a la fresca con vino sucio,
al jazz desde las esquinas,
a los lugares donde dejar pasar los dolores
y las tensiones.
La Arcadia perdida entre curvas y picos
sirve de cuna ahora,
como sirvió ayer de origen del mundo.