martes, 20 de enero de 2015

De las fórmulas del advenimiento, cortometraje, 2008

 
Escena 1. Vagón de metro, interior, día.

Un joven (unos 30 años, vestuario ocasional e informal, barba descuidada) entra en un vagón de metro con una mochila, comprueba que hay un asiento libre frente a la puerta por la que ha accedido y lo ocupa; mientras deja la mochila en el suelo, el tren se pone en marcha. El joven con claros síntomas de cansancio se recuesta contra el hierro mirando al frente.

En el asiento de enfrente hay una chica (atractiva, rubia, de unos 25 años, con aire hippie) a la que mira en un primer momento sin demasiado interés y de manera disimulada, al mismo tiempo que revisa al resto de ocupantes del vagón. La chica está leyendo completamente concentrada un libro, absorta, hasta el punto de parecer conmovida por la lectura. Él se siente interesado por la chica dada su extraña conducta así como por el libro y con disimulo observa la cubierta (es un libro antiguo con encuadernación rústica) y el lomo pero no encuentra ningún título. Con menos disimulo empieza a interesarse por las reacciones de la chica a quien se le ve afectada en la lectura de lo que son las páginas finales del libro, hasta el punto de que comienza a llorar de manera discreta mientras continúa con la lectura. Él se extraña y continúa observándola.
La chica llega a la última página y cierra el libro mientras se seca los ojos, deja el libro en el asiento contiguo vacío y se echa las manos a la cara tratando de reprimir el llanto. Él la mira con dudas sobre si preguntarle sobre su estado aunque decide no hacer nada.
El tren llega a la siguiente parada, estaciona, la chica levanta la cabeza para mirar por encima de la cabeza del joven el nombre de la parada y se levanta rápidamente abandonando el vagón y dejando el libro sobre el asiento vacío.
Él ve que ella se ha dejado olvidado el libro, por lo que dudando en un primer momento se levanta lo recoge y sale del vagón cuando la puerta está a punto de cerrarse, mira alrededor hasta que ve a la chica alejándose por el pasillo, y la sigue.


Escena 2. Calles de una ciudad, exterior, día.

Se ve que la chica sale del metro y comienza a perderse calle arriba, unos segundos después el chico sale con la mochila al hombro y el libro en la mano, mira hacia los lados ve a la chica y la sigue. La persecución dura unas calles con él a cierta distancia viéndola caminar, y sin atreverse a acercarse lo suficiente. Tras girar en varias calles se ve que la chica entra en un establecimiento, el chico se acerca y comprueba que se trata de una librería, mira a través del cristal de la librería y observa que en el interior lúgubre interior la chica está hablando con un anciano (alto, largas barbas y cabellos blancos, bastón) situado al otro lado del mostrador. Decide quedarse mirando hacia el interior disimulando.
En el interior el anciano y la chica hablan, aunque él no puede saber de qué, la chica comienza a hacer aspavientos de quejas con las manos y comienza a llorar, el anciano le acerca un pañuelo y continúa hablando con gran seriedad, la chica lo mira por última vez y cabizbaja abre la puerta y se aleja llorando calle arriba. El chico que en un primer momento hace un ademán de acercarse a devolverle el libro al verla llorar se queda quieto, la deja pasar y tras un instante observándola, mira de nuevo el libro y decide entrar en la librería.


Escena 3. Librería, interior, día.

El joven entra en la librería (el suelo es de madera y cruje, hay muebles toscos victorianos de madera, las estanterías son altas accediendo a los anaqueles superiores a través de altillos y escaleras de caracol –con un techo altísimo-; el espacio que se pierde hacia el fondo sin ver su final entre un laberinto de estanterías sólo está iluminado en su entrada aunque con una luz tenue y lóbrega), el viejo se ha retirado del mostrador y parece haber desaparecido, aunque se ve una puerta abierta en la penumbra tras el mostrador, por lo que al joven le da tiempo para ojear alguna que otra estantería, ningún libro parece tener título, decide coger uno al azar y revisa su interior, todas sus hojas están vacías, revisa de nuevo el lomo y el anverso y no ve ningún título, deja el libro en su sitio y observa el cartel que preside la estantería a media altura “Lyon, enero 1953”. Continúa mirando la fila de estanterías y comprueba que el siguiente cartel anuncia “Lyon, febrero 1953”. Se gira y en la estantería de enfrente los carteles se refieren a Toulouse y el año 1982. Extrañado se acerca a la estantería en la que figuran los carteles de Toulouse y se decide a ojear otro libro, cuando está a punto de hacerlo se escucha una voz, es el anciano que se ha colocado tras el mostrador.

ANCIANO
         Deseaba algo.

El joven se asusta, disimula mientras coloca el libro en su sitio e, intentando no dejar entrever su nerviosismo, se gira y observa al anciano. Su rostro muestra una vejez ancestral, su barba y su pelo canoso le cubre buena parte de la cara, los hombros y el pecho, su aspecto impresiona por su altura y por su porte señorial, pese a utilizar bastón.

JOVEN
         Eh, sí, buenos días, estaba ojeando los libros mientras usted no aparecía, y …

ANCIANO
¿Le interesa alguno en especial?

JOVEN
(Acercándose al mostrador con temor) Eh, no, no, muchas gracias, ninguno en especial, era sólo curiosidad mientras usted no salía.

ANCIANO
Si no está interesado en ningún libro ¿qué le ha llevado a entrar en una librería? ¿Es usted acaso el que vende algo? ¿Ese libro que lleva en su mano, quizás? ¿El contenido de su mochila?

JOVEN
(Leve sonrisa nerviosa) No, no, no se preocupe no he venido a venderle nada.

ANCIANO
No entiendo por qué tendría que preocuparme en el caso de que fuera usted quien pretendiera venderme algo, qué podría ser lo que pudiera venderme que provocara mi preocupación; acaso usted está preocupado por el hecho de que yo le pudiera vender alguno de mis libros

JOVEN
No, no, claro que no estoy preocupado por eso, no pretendía decir nada parecido.

ANCIANO
Y sin embargo dice usted que sí sería causa de preocupación cualquier operación de compraventa en el caso de que ambos intercambiáramos nuestros roles, en el factible caso de que fuera usted quien me quisiera vender cualquier objeto y no al contrario.

JOVEN
(Desconcertado)
No pretendía decir eso en ningún momento, ni mucho menos, sólo he dicho que no había venido para vender nada, al igual que no he venido a comprar ninguno de sus libros.

ANCIANO
Para qué entonces.

JOVEN
Para devolver este libro a su dueña.

El joven le acerca el libro al anciano que mira su cubierta, ojea el interior, sonríe y levanta los ojos hacia el joven.

JOVEN
Pertenece a la chica que acaba de salir de la librería justo antes de que yo entrara.

ANCIANO
(Sonrisa irónica) Y cómo sabe usted que este libro pertenece a esa chica.

JOVEN
(Sonrojándose y dudando) Se le cayó justo cuando cruzó la puerta y continuó caminando sin darse cuenta, yo venía caminando por la otra acera y pude ver como se le caía el libro, crucé pero cuando lo recogí del suelo ella ya había girado la esquina, por lo que decidí devolvérselo a usted.

ANCIANO
(Mirando con cara de extrañeza) Qué extraño, recuerdo perfectamente haberle visto a usted observando la librería desde la acera de enfrente mientras esa chica hablaba conmigo, y sin embargo lo que no recuerdo es que la chica trajera ningún libro cuando salió de la librería.

El chico le mira con cara de angustia, y empieza a tartamudear.

JOVEN
Eh, bueno, el libro, ehh, sí que es posible que no lo tuviera cuando salió, eh, si bien…

ANCIANO
(Cortando al joven indeciso) Cómo sabe entonces que el libro le pertenecía a esa chica. ¿Por qué, acaso, no le pertenece por ejemplo a usted que es quien lo tiene en este momento?

El viejo le acerca de nuevo el libro. El joven lo mira y lo rechaza en un primer momento, quedando el viejo con el brazo estirado ofreciendo el libro.

JOVEN
¿A mí? No, no, si ya le digo que el libro no es mío, de hecho lo que quiero es devolvérselo a esa chica, el libro es suyo, por eso he entrado aquí, por si pudiera devolvérselo a través de usted.

ANCIANO
¿Y qué le hace pensar que yo pueda volver a ver a esa chica y por tanto pudiera devolverle este libro?

JOVEN
(Dudando) Creí que se conocían, al menos eso parecía de la conversación que tuvieron, parecían conocerse, supuse por ello que la chica volvería a pasar por aquí.

ANCIANO
Se equivoca, ella jamás volverá a pasar por aquí, se lo puedo asegurar, al igual que le puedo asegurar que era la primera vez que veía a esa chica, y la primera vez que le veo a usted. Coja el libro, en estos momentos es usted el único propietario (le acerca el libro con mayor insistencia), es suyo, si llegó a sus manos será por alguna razón, no pretenda conocer las causas de todo lo que ocurre, lléveselo y léalo, para eso sirven los libros, y le puedo asegurar que hay algunos que dicen de uno mismo más de lo que nosotros creemos saber.

El Joven, duda aunque acaba recogiendo el libro, mira la cubierta sin título ni autor, levanta los ojos para ver de nuevo al anciano, abre la boca para decir algo pero no lo hace, se gira con el libro y decide salir de la librería. Antes de salir oye al anciano que le habla.

ANCIANO
Léalo, no lo olvide, por algo ha caído en sus manos. No le mentiría si le dijera que hay libros que son el reflejo del alma de quien lo lee.


El joven gira el cuello para ver al viejo por última vez con ojos de extrañeza y abre la puerta de la librería para salir.



Escena 4. Calle con transeúntes, exterior, atardeciendo.


El joven sale de la librería algo desconcertado mientras el viejo le sigue con la mirada desde el interior. Camina un poco y mientras continúa caminando mira el libro y lo abre, comienza a leerlo mientras sigue caminando, con desidia, hasta que unos cinco segundos después, se para impresionado, lee un poco más, cierra el libro, parece asustado, estremecido, mira alrededor, ve una cafetería cerca y se mete en ella.



Escena 5. Cafetería, interior, atardeciendo.

El joven sentado en una mesa de la cafetería lee el libro desde la primera página, se oye su voz en off.

JOVEN (VOZ EN OFF)
Tiene 32 años, y pese a llevar trabajando como bibliotecario más de 8, y haber ahorrado una buena suma de dinero, jamás ha tenido un coche y sigue utilizando el transporte público. Esta tarde, a eso de las 4, como cada tarde, se ha subido a la línea 6 de metro tras salir de la biblioteca municipal en la que trabaja con la intención de regresar a casa, como suele hacer a diario, con la intención de bajarse del metro un transbordo y 7 estaciones después, con la intención de comprar el periódico, una pechuga de pollo, tomates y un par de piezas de fruta de temporada y de subir al cuarto piso del número 52 de la Avenida Adela Graña donde cocinar y dormir la siesta ante el televisor; aunque esta vez su intención no logrará plasmarse.

Se intercalan escenas de él leyendo, el camarero trayendo un café con leche, exterior anocheciendo y él tras la cristalera, texto en el libro, etc, mientras él continúa leyendo mediante elipsis.

JOVEN (VOZ EN OFF)

Esta tarde al entrar con su mochila en el metro, abatido tras las ocho horas de trabajo, se ha recostado contra el asiento y la barra de apoyo del vagón y ha decidió observar a su alrededor, frente a él una chica leía conmocionada un libro. La extrañeza de dicho comportamiento, cargado de sinceridad y espontaneidad le ha causado una enorme curiosidad, por lo que de manera disimulada ha comenzado a escrutar las reacciones de la chica. Al revisar con detenimiento el libro descubre que no figura ningún título ni en su lomo ni en la portada, lo que le extraña al parecer la encuadernación rústica original la que cubre el libro, y no una funda ajena, tan de moda en estos tiempos de pérdida de la autoestima, superpuesta al original y con la que ocultar a los posibles curiosos el título de la obra…

…al llegar a la última hoja y leerla la chica parece desmoronarse, lo que le hace dudar sobre si sería apropiado consolarla o interesarse por su estado…

… ella abandona el libro en el asiento vació contiguo y se echa desconsolada las manos a la cara. Siempre ha dudado sobre el comportamiento correcto en estas ocasiones, aunque su timidez le ha llevado a mantenerse al margen y no ofrecer su ayuda en momentos como éstos, más por no saber expresar con exactitud sus intenciones que por la vergüenza de ser rechazado. Esta vez, como en las anteriores, permanece en su asiento…

… recoge el libro del asiento, y sale con la puerta ya casi cerrada del vagón, decidido a seguir a la chica y devolverle el libro…

… la chica entra en una librería, quedándose él tras la puerta y observando el interior donde un anciano conversa con ella…

… al entrar comprueba que ninguno de los libros tiene título, y al abrir uno al azar también el interior está vacío…

… Léalo, no lo olvide…

… Tras la última frase su cuerpo está a punto de desmoronarse…

… abandona el libro junto a dos monedas de un euro…

… El viejo le recibe cordialmente, con cierto aire de compasión…

… Y cómo, qué fórmula…

… Después, nunca he querido saberlo…

… Al salir de la librería la noche ha caído por completo, no puede controlar las lágrimas que anegan su rostro, mecánicamente comienza a camina calle arriba a la espera del advenimiento.

El joven lee la última página del libro, que será visible y legible, y cierra el libro dejándolo sobre la mesa. Está conmocionado, con los ojos inflamados, resoplando. Se levanta de su silla, deja un par de monedas junto al libro sobre la mesa y abandona la cafetería. El camarero se acerca a la mesa mientras al joven se le ve caminar calle abajo a través de la cristalera, y comprueba que el cliente ha olvidado el libro. Lo recoge y sale tras el chico.


Escena 6. Frente a la puerta de entrada de la librería, exterior, noche.

El joven llega a la librería, alicaído, abre la puerta y entra, a través de la cristalera se ve como el viejo sale de detrás de la puerta situada tras el mostrador y se acerca para recibirlo. Mientras, el camarero llega a la altura de la librería y se queda con el libro en la mano mirando al interior.



Escena 7. Librería, interior, noche.

El viejo se acerca a la posición del joven que le espera del otro lado del mostrador, éste le aguarda descompuesto, con la cara congestionada.

JOVEN
(Sonriendo con tristeza) ¿Siempre actúa así?

ANCIANO
(Con consideración y afecto) No siempre, digamos que es una de las muchas fórmulas, no sabe hasta qué punto este oficio puede llegar a ser monótono, es necesario innovar de vez en cuando para no volverse loco.

JOVEN
Loco dice, acaso no cree su tarea únicamente propia de un loco.

ANCIANO
O de un genio, quizás, quién lo sabe.

JOVEN
¿Y Por qué yo?

ANCIANO
¿Y por qué antes esa chica? y antes todos vuestros antepasados, y mañana la humanidad. No podría contestarte, todos esos libros que ves ahí (señalando a las estanterías) contienen un número concreto de páginas, los hay más cortos y más vastos, más breves y más dilatados, yo no decido su extensión, únicamente cumplo con lo ordenado en cada libro, únicamente decido la fórmula.

JOVEN
¿Y él?  (señalando con un gesto de cabeza al camarero que espera fuera) ¿Quién es él?

ANCIANO
Un camarero de 51 años, casado y con dos hijos, nacido en Quito aunque lleva viviendo en Madrid más de veinte años…

JOVEN
(Cortando al anciano) ¿Y cómo? ?Qué fórmula?

ANCIANO
Infarto.

JOVEN
¿Y conmigo? Ese detalle se omitía en el libro

ANCIANO
No puedo decírselo, como le he dicho no figura en el libro porque es lo único sobre lo que se me permite decidir. Tendrá que descubrirlo por sí sólo. No sea impaciente.

JOVEN
¿Sufriré?

ANCIANO
Sólo por dejar de ser.

JOVEN
(Suspirando) En fin, no hay mucho más que decir, supongo que no me aceptará una partida de ajedrez (sonriendo).

ANCIANO
(Riéndose) Supone usted bien, cuánto daño ha causado el cine sueco.

JOVEN
(Sonriendo con resignación) Entonces, adiós (girando para salir, aunque se vuelve para mirar al viejo por última vez) ¿Y después?

ANCIANO
Después (circunspecto), nunca he querido saberlo.

El joven le mira por última vez con apatía y tristeza y sale de la librería.


Escena 8. Frente a la librería, calle, exterior noche.

El joven abandona la librería abatido, el camarero le ve salir y hace un primer ademán de decirle algo aunque al comprobar su estado de autómata alicaído decide no abordarle observando durante unos segundos como se pierde en la calle. Tras mirar el libro entra en la librería. La cámara sigue mediante un travelling frontal al joven que camina calle arriba, llorando y compungido, al fondo el camarero entra en la librería, mientras el joven se aleja, cruzándose con gente que se le queda mirando o le ignora. Continúa caminando, la cámara que le antecede enfoca a un cruce, un semáforo y se ve como se abre en el plano un paso de cebra. Los peatones esperan parados mientras él sigue caminando y cruza a la calzada. Un coche aparece por un lateral y lo atropella expulsándolo del plano, aparece el título de la película, la imagen excepto el título se funde en negro, aparecen créditos mientras se escucha el revuelo de los peatones gritando “lo han atropellado”, “llamen a una ambulancia”, “está sangrando mucho”, “no le muevan la cabeza”, coches derrapando, testimonios sobre el accidente “cruzó en rojo”, “iba caminando tranquilamente y cruzó sin mirar”, “no tiene pulso”, ”una ambulancia”, “dioss”, “da igual está muerto”.

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