sábado, 15 de junio de 2013

A(r)mar en cólera


A(R)MAR EN CÓLERA


Continúa pulsando en Más información






Fueron muchos los candidatos, más de mil, nunca se vio convocatoria parecida. Más, diríase, que deseos que huyen tras miradas lanzadas por descuido; más que madrugadas extraviadas al ritmo dislocado de las caderas; más incluso que tinta dilapidada en letras merecedoras de genocidio. Muchos, reitero, incontables por no ser número, mesura o cantidad lo importante, sino el duelo de cada uno, el perro que les ladre, el alma sobre el tapete.

Ella les recibió en sus sueños, al ser sabido que en éstos la felicidad no demuestra su miedo.Ella dijo, por qué tus ojos mienten en volapuk, por qué te pertenece la lluvia;
por qué cuelgan relojes de tus asoladas entrañas.



De entre todos hubo quien acudió desde la desolada CIUDAD SÉPTICA. Donde las ESPERANZAS coinciden en un mismo GRITO y las clepsidras afilan sus picos y satélites.


De la Ciudad Séptica recogió Cípar sus lágrimas y partió en busca del sueño de Euríade en compañía de Alma, Tristeza y Soledad… abandonando a Esperanza a su suerte.







Y el viaje asumió Cípar fintando sospechas afines a desventuras.
A la mar tuvo a merced al invocar          los sueños de Euríade como argonauta ajeno a la dicha de aquél que se ancla en un sólo vientre y lucha por sofocar cada nuevo fuego, azar, ola…
¿Dónde cree guiar tus velas, Cípar? Acaso Casandra no fue clara advirtiendo pandemia y túmulo.


A ojos del Oráculo recaló Cípar asumiendo su críptico credo.
Así tomé tus veranos, peor aún si lo hice,             por ello somos el mismo grito; 
siente y no preguntes, sacude los rayos sobre la piel.         Caí, soy fiera.




Verbo sibilino que recurre al gíglico:



Defunlante Cípar, promonio de la zancolla, entanferías cada duerbo y acolbarse en sus senos, cuánto eurcamio derintio ajeno a crospítalo…

La palabra fue tallada en tu destino. Sólo has de saber leerla, tú que compraste los ojos de estraperlo.
Cuentan de un hombre que tras contemplar a la muerte huyó valiente, guiando su caballo a la entraña misma de la guadaña.

No cabe rendirse, Oráculo, llevo demasiado tiempo pastoreando ruinas.
                     Penetró Cípar en los sueños de Euríade: Tengo un dolor aquí, a la altura de la vida.







Bienvenido a mis sueños, candidato.

Mírame mirarte en tu ceguera; todo aquí son ojos para ti.



¿Quién eres y quién quisieras ser?        Insignificancia telúrica. Uno entre tantos.
¿Cuándo morirás y desde cuándo vives?         Hasta mañana. Temo que nunca.

Todo en mí es llaga y alud sanguíneo.        ¡No me toques, te lo suplico!
Tu piel evoca profundidades, abismos…Hemorragias.

Burlador de destinos, Cípar, pobre inconsciente.
Tómame hoy y ya mañana lloraremos las consecuencias.

Sombras hay de muchas clases, aunque conozco la más inhumana; mi corazón.

Todo fue claridad en el momento de aplicar el castigo.

Cómo saben doler, cuando transgreden a la sombra, las esperanzas.

Cada caricia tuya no es más que el germen de la sinrazón.

Permíteme que te presente a quien te servirá de cadalso.











Tuve un sueño Cípar, un grito que quiso mirarme a los ojos y que supo reconocerme como nunca nada, como nunca nadie, había querido hacerlo.

Para no caer, me decía, dudar del destino ante cada esquina, cerrar los ojos y permitirle al corazón cometer nuevos delitos; distintos, eso sí. 

 Para no caer, cápsulas de realidad, una de mañana y setenta y dos antes de acostarse. 

 Para no caer, me decía, no abandonar el suelo, no anhelar el cielo, no creer al anzuelo. 

 Para no caer… Vete Cípar, lloremos cada uno por su cuenta sin mezclar las lágrimas, pues de penas distintas provienen. 

 ¡VETE CÍPAR! Dueles con sólo nombrarte. Solo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario