A(R)MAR EN CÓLERA
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Fueron
muchos los candidatos, más de mil, nunca se vio convocatoria parecida. Más,
diríase, que deseos que huyen tras miradas lanzadas por descuido; más que
madrugadas extraviadas al ritmo dislocado de las caderas; más incluso que tinta
dilapidada en letras merecedoras de genocidio. Muchos, reitero, incontables por
no ser número, mesura o cantidad lo importante, sino el duelo de cada uno, el
perro que les ladre, el alma sobre el tapete.
por qué cuelgan relojes de tus asoladas entrañas.
De
entre todos hubo quien acudió desde la desolada CIUDAD SÉPTICA. Donde las ESPERANZAS
coinciden en un mismo GRITO y las clepsidras afilan sus picos y satélites.
Y el viaje asumió Cípar fintando sospechas
afines a desventuras.
A la mar tuvo a merced al invocar los
sueños de Euríade como argonauta ajeno a la dicha de aquél que se ancla en un
sólo vientre y lucha por sofocar cada nuevo fuego, azar, ola…¿Dónde cree guiar tus velas, Cípar? Acaso Casandra no fue clara advirtiendo pandemia y túmulo.
A ojos del Oráculo recaló Cípar asumiendo su
críptico credo.
Así tomé tus veranos, peor aún si lo hice, por ello somos el mismo grito;
siente y no preguntes, sacude los rayos sobre la
piel. Caí, soy fiera.
Verbo sibilino que recurre al gíglico:
Defunlante Cípar, promonio de la zancolla,
entanferías cada duerbo y acolbarse en sus senos, cuánto eurcamio derintio
ajeno a crospítalo…
Cuentan de un hombre que tras contemplar a
la muerte huyó valiente, guiando su caballo a la entraña misma de la guadaña.
No
cabe rendirse, Oráculo, llevo demasiado tiempo pastoreando ruinas.
Penetró Cípar en los sueños de Euríade: Tengo un dolor aquí, a la
altura de la vida.
Bienvenido
a mis sueños, candidato.
Mírame
mirarte en tu ceguera; todo aquí son ojos para ti.
¿Quién
eres y quién quisieras ser? Insignificancia
telúrica. Uno entre tantos.
¿Cuándo
morirás y desde cuándo vives? Hasta
mañana. Temo que nunca.
Todo en mí es llaga y alud sanguíneo. ¡No me toques, te lo suplico!
Tu piel evoca profundidades,
abismos…Hemorragias.
Burlador
de destinos, Cípar, pobre inconsciente.
Tómame
hoy y ya mañana lloraremos las consecuencias.
Sombras
hay de muchas clases, aunque conozco la más inhumana; mi corazón.
Todo
fue claridad en el momento de aplicar el castigo.
Cómo
saben doler, cuando transgreden a la sombra, las esperanzas.
Cada
caricia tuya no es más que el germen de la sinrazón.
Permíteme que te presente a quien te servirá de cadalso.
Tuve un sueño Cípar, un grito que quiso mirarme a los ojos y que supo reconocerme como nunca nada, como nunca nadie, había querido hacerlo.
Para no caer, me decía, dudar del destino ante cada esquina, cerrar los ojos y permitirle al corazón cometer nuevos delitos; distintos, eso sí.
Para no caer, cápsulas de realidad, una de mañana y setenta y dos antes de acostarse.
Para no caer, me decía, no abandonar el suelo, no anhelar el cielo, no creer al anzuelo.
Para no caer… Vete Cípar, lloremos cada uno por su cuenta sin mezclar las lágrimas, pues de penas distintas provienen.
¡VETE CÍPAR! Dueles con sólo nombrarte. Solo…
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